Una de mis primeras preguntas cuando empecé en KilosOut fue “¿de verdad tengo que pesarme todos los días?”...
Una de mis primeras preguntas cuando empecé en KilosOut fue “¿de verdad tengo que pesarme todos los días?”...
¿Habéis oído hablar de la escalera de Penrose? Es conocida también como “la escalera infinita” o “imposible”. Christofer Nolan la explica muy bien en su oscarizada película “Origen”. Se trata de una ilusión óptica que nos hace creer que estamos en una escalera infinita que no acaba nunca...
Pues sí, hace exactamente 20 meses tomé la decisión de empezar un proceso de cambio que, sinceramente, no sabía si iba a lograr. ¿Por qué esta vez sí y no las otras? Toda la vida engordando y adelgazando, todos los lunes empezando la dieta, cada vez más kilos encima. Y no solo los kilos, cada vez más inseguridad, menos confianza en mí misma, más tristeza…
Recientemente, descubrí que existen distintos tipos de “hambre”. Me sorprendió entender que comer es el acto de cruzar la barrera de la intimidad entre el grupo y mi cuerpo. Cuantas menos personas haya más íntima será la experiencia, cuantos más seamos, más impersonal. Nos comunicamos con el resto del mundo a través de nuestros orificios, por lo que al comer estamos asimilando nuestro entorno. La comida no es tanto un sistema de lenguaje implícito, como una herramienta que nos permite relacionarnos con los demás e inevitablemente, con nosotros mismos.
Lo normal es que cuando una persona se propone adelgazar de verdad, ya haya pasado por casi todas las dietas que existen. Planes alimenticios, gimnasios, endocrinos, presoterapias, sobres… Durante años se han encontrado con personas que consiguieron un milagro haciendo esto o dejando de hacer lo otro. Pero los milagros dietéticos no existen y la mayoría volvieron a sus kilos de más.