Cuando cambiamos nuestra forma de contemplar el mundo, el mundo que contemplamos CAMBIA.
La primera vez que escuché esta frase, no podía llegar a imaginar el impacto que llegaría a tener en mi. Si tuviera que elegir una sola clave a través de la cual, atravesar la vida, sería esta. Todo está dentro de nosotros. Todo. Lo que buscamos, lo que anhelamos, lo que soñamos, lo que tememos, lo que rechazamos. El viaje es desde el interior. Y eso es algo que nuestro pensamiento egóico y occidentalizado, se resiste a creer.
Es más fácil echar balones fuera, pensar que son los demás quienes determinan nuestras consecuencias, nuestro futuro, nuestro dolor. Que somos víctimas de lo que el otro haga o deje de hacer/nos. Y sin embargo, nada de esto es cierto. Tenemos miedo de nuestro poder, miedo de asumir que la felicidad es cosa nuestra, que el crecimiento es un camino de incertidumbre, que transitar por nuestros propios parajes, es un ejercicio de humildad y rendición, porque nos hace temblar pensar en atravesarlo solos. Porque es así como sucede. Porque al final, cualquier cosa que ocurra, ocurre en soledad, la que habita en nuestra relación con nosotros mismos, la que traemos al llegar y la que nos acompaña hasta el último día, y sin embargo siempre, inútil y reiteradamente, pretendemos involucrar a los demás.
Nos cuesta aceptar que somos los dueños de lo que nos sucede. Que son nuestras decisiones las que van trazando el trayecto. Que es nuestra mirada la que recibe el mundo, de una u otra forma y que es esa interpretación que hacemos, a través de nuestros ojos, a veces cerrados, a veces viciados de todo lo que ya pasó, la que determina lo que vendrá a continuación.
Hace tiempo que entendí que por encima de cualquier otra cosa, mi realidad, es la que YO DECIDO que sea. Podemos hacerlo desde el sufrimiento, que es el dolor que nos provocamos una y otra vez recordando lo que sucedió o temiendo lo que pueda llegar. Podemos valorarnos desde el juicio, desde la exigencia, desde el maltrato hacia nosotros mismos. Pero también podemos hacerlo desde la curiosidad, la alegría que surge al comprobar que nunca estamos en el mismo sitio, que nos movemos con el ritmo y al tiempo, que la vida se mueve, que dentro de nosotros hay montones de sombras, si, pero también estelas de luz que la desconfianza no nos permite liberar, mucha necesidad de ser amados pero también mucho amor que dar, mucho miedo y a la vez, muchas ganas de atravesarlo y cuando lo hacemos, comprobamos sorprendidos, que detrás suyo no se esconde nada que no sea nuestra propia imaginación. El miedo es siempre irreal, intangible, innecesario. Lo único que de verdad ES, está aquí, ahora, a nuestro lado, pretendiendo ser vivido desde la felicidad de la atención al momento y el amor hacia nosotros mismos.
Y tú desde dónde eliges mirar?….