Dicen que “no hay mejor indicador de la calidad de una relación que la manera en la que evaluamos la escucha que en ella se produce”. Este es uno de los mayores aprendizajes que he tenido a lo largo, no sólo de mi formación como coach, sino de mi vida. El descubrimiento de su importancia, así como todas las consecuencias que se derivan de su ausencia o errónea interpretación, provocó en mí la necesidad de entrenar y aplicar esa atención a todos los ámbitos en los que me desenvolvía.
Escuchar nos acerca, con la misma celeridad que nos aleja la falta de ella
Me atrevería a decir que la mayor parte de los desencuentros que surgen en nuestras relaciones, tanto personales como profesionales, derivan de una escucha que no posee la presencia, la voluntad (sí, la misma voluntad a la que Fromm se refería en su arte de amar) y la empatía para ponerse, no ya en el lugar del otro, sino a su disposición: estoy aquí para ti. Es desde ahí desde donde nos abrimos verdaderamente a comprender a los demás, a la profundidad necesaria para crear el vínculo que permita que la comunicación fluya entre los dos.
Si alguien nos preguntara si escuchamos habitualmente a nuestros clientes, seguramente contestaríamos que sí, pero ¿qué significa realmente? Cuando mantenemos, por ejemplo, una conversación profesional, es habitual que al mismo tiempo, sostengamos un diálogo interno con nosotros mismos acerca de lo que entendemos que nos están diciendo. Anteponemos ideas preconcebidas, nos erigimos en silenciosos poseedores de la razón y asentimos convencidos cuando nos preguntan si tenemos todo claro.
Para que haya de verdad escucha, tiene que ser lo suficientemente profunda como para entender y extraer no sólo lo explícito, sino también lo implícito que se deriva de su lenguaje corporal, de sus palabras, del énfasis que utiliza o el modo en que desgrana sus verdaderas necesidades. Es así, limpiando todo ese proceso mental que nos aísla del resto del mundo, cuando nos abrimos a lo que nuestro cliente pone sobre la mesa, lo integramos y nos preparamos para poder responder a sus expectativas con todo nuestro potencial profesional a favor.
No olvidemos que la relación con nuestros clientes crece sobre la base del compromiso que sostenemos entre ambos y esa base sólo puede generarse desde la confianza y el respeto hacia los demás.
Estoy aquí para ti.
¿Necesitas que te escuche?